New York Times

Susurros

La historia apareció hace algún tiempo en el New York Times: hay una única ballena en el mundo que viaja sola. Los científicos la siguen desde 1992 y han descubierto que no es igual a ninguna otra ballena conocida. No tiene amigos. No tiene familia. No pertenece a ninguna tribu o manada. No tiene amante –nunca ha tenido uno–. Su canto tiene entre dos y seis llamados, cada uno de dos segundos por compás. 

Tampoco sigue la ruta migratoria de ninguna otra ballena barbada, otra de las razones por las que no se topa, ni por casualidad, con algún amigo posible. Viaja por el Pacífico Norte, desde el mar de California hasta unas islas cerca del Polo, a la altura de Alaska.

Pero el problema es que su voz no se parece a la de ninguna otra ballena: mientras las demás criaturas de su especie se comunican entre los 12 y 25 hz, ella canta a 52 hz. Esto significa que ninguna otra ballena puede escucharla. Y no porque hable muy bajo, sino ¡porque habla demasiado duro! Por eso lo que dice nunca tiene respuesta. De hecho, no se sabe si canta o llora: su voz ha cambiado con los años, según explican los expertos, y ahora es aún más aguda. Pero mientras tanto ella sigue viajando. A ver si en algún punto de su trasegar alguien responde, por fin, a su llamada.

Para fortuna de su especie, en el océano ella es la única que grita. En tierra, mientras tanto, lo hacemos todos: gritan los políticos en los parlamentos, se gritan las parejas en la casa, en vacaciones, a la salida de los centros comerciales, en navidad. Le gritan los niños a los padres y los padres a los hijos; los periodistas, desde sus tribunas, y los tertulianos en los debates. Grita la televisión en la sala, la radio en el bus, en el bar y la gente por el celular en la calle, en el cine, en los restaurantes. Grita El grito de Edvuard Munch, símbolo de la angustia existencial contemporánea –de ahí que ese cuadro sea un ícono pop, que nos guste tanto– y gritamos todos, todo el tiempo, en las redes sociales –quizá por eso, igual que le pasa a la ballena, nadie escucha–. 

En medio de las fiestas de fin de año yo pienso en gritos y ballenas mientras suena al fondo esa canción de U2 que habla que es necesario gritar sin levantar la voz –“you gotta scream without raising your voice”–, y me acordé, una vez más, de las palabras del poeta español José María Parreño cuando decía que en estos tiempos, para que te escuchen, lo que ideal es hablar en susurros.

Publicado en el periódico El Mundo. Diciembre 31 de 2015.